2 Reyes 23 DHH94I
1. Entonces el rey mandó llamar a todos los ancianos de Judá y de Jerusalén, para que se reunieran con él.
2. Luego el rey y todos los hombres de Judá, y los habitantes de Jerusalén, y los sacerdotes, los profetas y la nación entera, desde el más pequeño hasta el más grande, fueron al templo del Señor. Allí el rey les leyó en voz alta todo lo que decía el libro de la alianza que había sido encontrado en el templo del Señor.
3. Luego el rey se puso de pie junto a la columna, y se comprometió ante el Señor a obedecerle, a poner en práctica fielmente y con toda sinceridad sus mandamientos, mandatos y leyes, y a cumplir las condiciones de la alianza que estaban escritas en el libro. Y todo el pueblo aceptó también el compromiso.#23.3 Como Josué en Siquem (Jos 24.1-28), el rey Josías hizo que todo el pueblo renovara la alianza con el Señor (véanse Ex 19.5 nota; 24.1-11 n.).
4. Entonces el rey ordenó a Hilquías, sumo sacerdote, y a su segundo sacerdote y a los porteros, que sacaran del templo del Señor todos los objetos del culto de Baal y de Aserá y de todos los astros del cielo,#23.4 Baal: Véase 2 R 17.16 nota k. Asera: divinidad femenina más conocida con el nombre de Astarté (véase Jue 3.7 nota). Todos los astros del cielo: Véase 2 R 21.3 n. y los quemó en las afueras de Jerusalén, en los campos de Cedrón, y llevó luego las cenizas a Betel.#23.4 Cedrón: valle situado al este de Jerusalén, entre la ciudad y el monte de los Olivos (cf. Jn 18.1). La mención de Betel anticipa el relato del v. 15.
5. Después quitó de sus puestos a los sacerdotes que los reyes de Judá habían nombrado para que quemaran incienso en los santuarios en lugares altos#23.5 Santuarios en lugares altos: Véase 1 R 3.3 n. que había en las ciudades de Judá y en los alrededores de Jerusalén, y a los sacerdotes que quemaban incienso a Baal, al sol, a la luna, a los planetas y a todos los astros del cielo.
6. Sacó fuera de Jerusalén la imagen de Aserá que estaba en el templo del Señor, la quemó en el arroyo Cedrón hasta convertirla en ceniza y luego la esparció sobre la fosa común.
7. También derrumbó las habitaciones dedicadas a la prostitución entre hombres, que era practicada como un culto en el templo del Señor, donde las mujeres tejían mantos para la diosa Aserá.
8. Después ordenó que vinieran todos los sacerdotes de las ciudades de Judá,#23.8 Ordenó que vinieran todos los sacerdotes... de Judá: La centralización del culto en el templo de Jerusalén (véase Dt 12.5 notas d y f) dejaba sin recursos a los sacerdotes de los santuarios locales, diseminados por todo el territorio de Judá. La reforma de Josías no desatendió por completo los derechos de estos sacerdotes, pero les asignó funciones de segundo orden en el culto del único santuario legítimo. Tales disposiciones están en el origen de la distinción entre sacerdotes y levitas (cf. 1 Cr 23; Lc 10.31-32). y profanó todos los santuarios en lugares altos, desde Gueba hasta Beerseba, donde esos sacerdotes habían quemado incienso, y derribó los altares de los demonios#23.8 Los demonios: Lv 17.7; 2 Cr 11.15. que había en la puerta de Josué, gobernador de la ciudad, situados a la entrada de la ciudad, al lado izquierdo.
9. Pero los sacerdotes de los santuarios en lugares altos no iban al altar del Señor en Jerusalén, sino que comían pan sin levadura con sus compañeros sacerdotes.#23.9 Según la legislación deuteronómica (Dt 18.6-8), los sacerdotes de los antiguos santuarios locales tenían los mismos derechos que los del templo de Jerusalén. Sin embargo, Josías debió establecer una jerarquización entre unos y otros, sin duda porque los sacerdotes de Jerusalén no quisieron renunciar a su posición de privilegio. Cf. Ez 44.10-14.
10. Josías también profanó el quemadero que había en el valle de Ben-hinom, para que nadie quemara a su hijo o a su hija como sacrificio a Moloc.#23.10 El quemadero: Lit. el Tófet (véase Jer 7.31 nota). El valle de Ben-hinom: Véase Jer 2.23 nota. Moloc: Lv 18.21.
11. Quitó los caballos que los reyes de Judá habían dedicado al sol, los cuales estaban a la entrada del templo del Señor, junto a la habitación de Natán-mélec, el encargado de las dependencias, y quemó también el carro del sol.#23.11 La asociación de carros de guerra y caballos con el culto al sol era común en el antiguo Oriente, porque se pensaba que el dios sol recorría el cielo como un guerrero en su carro de combate (véase Sal 19.5[6] n.).
12. Además derribó los altares que los reyes de Judá habían construido en la parte alta de la sala de Ahaz, y los altares que Manasés había construido en los patios del templo del Señor; los destrozó y arrojó sus escombros al arroyo Cedrón.
13. El rey profanó también los santuarios paganos que había al oriente de Jerusalén, en la parte sur del monte de los Olivos, los cuales había construido Salomón, rey de Israel, para Astarté, diosa aborrecible de los sidonios; para Quemós, ídolo aborrecible de los moabitas, y para Milcom, ídolo aborrecible de los amonitas.
14. También hizo pedazos las piedras y los troncos sagrados, y llenó de huesos humanos los lugares donde habían estado.
15. En cuanto al altar y al santuario pagano de Betel, que fueron construidos por Jeroboam, hijo de Nabat, que hizo pecar a los israelitas, Josías los destrozó hasta hacerlos polvo, y les prendió fuego; y le prendió fuego también a la representación de Aserá.#23.15 La decadencia del imperio asirio permitió a Josías reconquistar una parte del antiguo reino del norte (cf. 1 R 12.1-24). Hasta allí extendió su reforma religiosa, profanando el santuario de Betel (cf. Am 7.13), donde el rey Jeroboam había instalado uno de los becerros de oro (1 R 12.25-30).
16. Cuando Josías regresó y vio los sepulcros que había en la colina misma, mandó que sacaran los huesos que hubiera en ellos, y los quemó sobre el altar, profanándolo. Así se cumplió la palabra del Señor trasmitida por el profeta que había anunciado esto.
17. Luego preguntó: —¿Qué monumento es ese que veo allá? Los hombres de la ciudad le respondieron: —Es el sepulcro del profeta que vino de Judá y anunció lo que Su Majestad ha hecho con el altar de Betel.
18. Entonces Josías ordenó: —Déjenlo así. Que nadie toque sus huesos. Así se respetaron sus restos y los del profeta que había venido de Samaria.
19. En cuanto a todos los edificios de los santuarios paganos que había en Samaria, y que los reyes de Israel habían construido provocando la ira del Señor, Josías los eliminó e hizo con ellos lo mismo que había hecho en Betel.
20. Después mató sobre los altares a todos los sacerdotes de los santuarios paganos que allí había, y sobre ellos quemó huesos humanos. Después regresó a Jerusalén.
21. El rey ordenó a todo el pueblo que celebrara la Pascua en honor del Señor su Dios, según estaba escrito en el libro de la alianza.
22. Nunca se había celebrado una Pascua como esta desde la época de los caudillos que gobernaron en Israel, ni en todo el tiempo de los reyes de Israel y de Judá.
Devoción de Josías23. Fue en el año dieciocho del reinado de Josías cuando en Jerusalén#23.23 En Jerusalén: La celebración de la Pascua, que en su origen era una fiesta familiar (cf. Ex 12.1-4), se trasladó al santuario central, único lugar donde estaba permitido matar las víctimas de los sacrificios (Dt 12.4-7). De ahí la costumbre de «subir» a Jerusalén con ocasión de la Pascua, práctica que aún en tiempos de Jesús era expresión fundamental de la religiosidad judía (véanse Sal 120 n.; Jn 2.13 n.). se celebró aquella Pascua en honor del Señor.
24. Josías eliminó también a los brujos y adivinos, a los ídolos familiares y a otros ídolos, y a todos los aborrecibles objetos de culto que se veían en Judá y en Jerusalén. Lo hizo para cumplir los términos de la ley escritos en el libro que el sacerdote Hilquías había encontrado en el templo del Señor.
25. No hubo ningún rey, ni antes ni después de él, que como él se volviera al Señor con todo su corazón y con toda su alma y con todas sus fuerzas, conforme a la ley de Moisés.
26. A pesar de ello, el Señor siguió enojado, pues todavía estaba enfurecido contra Judá por todas las ofensas con que Manasés le había provocado.
27. Por eso dijo el Señor que iba a apartar de su presencia a Judá, como había apartado a Israel, y que iba a rechazar la ciudad de Jerusalén que había escogido, y el templo en el que había dicho que residiría su nombre.
28. El resto de la historia de Josías y de todo lo que hizo, está escrito en el libro de las crónicas de los reyes de Judá.
29. En su tiempo, el faraón Necao, rey de Egipto, se dirigió hacia el río Éufrates para ayudar al rey de Asiria.#23.29 El faraón Necao... para ayudar al rey de Asiria: Resulta bastante extraña esta alianza de Egipto con su antiguo adversario (cf. 2 R 18.19-21). Al parecer, el faraón quería aprovecharse de los cambios que la caída de Asiria estaba operando en el escenario político y militar del antiguo Oriente. Ganando posiciones en el norte, esperaba recuperar los territorios de Siria y Palestina que varios siglos antes habían estado bajo la dominación egipcia. El rey Josías le salió al encuentro; pero en Meguido,#23.29 El rey Josías le salió al encuentro: Después de haberse independizado de Asiria, Josías trataba de impedir que su país volviera a convertirse en vasallo de una potencia extranjera. Meguido: Véase Jue 5.19 n. en cuanto Necao lo vio, lo mató.#23.29 En cuanto Necao lo vio, lo mató: Según 2 Cr 35.21-22, el faraón quiso evitar el enfrentamiento armado y sólo recurrió a las armas cuando Josías, rehusando su invitación, insistió en luchar contra él. Lo que no puede saberse con certeza es si se trató de una batalla propiamente dicha o de un asalto imprevisto contra la persona del rey.
30. Sus oficiales pusieron su cadáver en un carro y lo llevaron desde Meguido a Jerusalén, donde lo enterraron en su sepulcro. La gente del pueblo tomó entonces a Joacaz, hijo de Josías, y lo consagraron como rey en lugar de su padre.
31. Joacaz tenía veintitrés años cuando comenzó a reinar, y reinó en Jerusalén tres meses. Su madre se llamaba Hamutal, hija de Jeremías, y era de Libná.
32. Pero sus hechos fueron malos a los ojos del Señor, igual que los de sus antepasados.
33. El faraón Necao lo tuvo preso en Riblá, en la región de Hamat,#23.33 El faraón Necao no pudo evitar la ruina de Asiria, pero cuando regresaba a Egipto quiso afirmar su soberanía sobre el territorio de Palestina (véase 2 R 23.29 nota). Por eso destituyó al rey Joacaz y nombró en su lugar a Eliaquim, que también era hijo de Josías (v. 34). La región de Hamat: Véanse Jue 3.3 n. e Índice de mapas. para que no reinara en Jerusalén, y obligó al país a pagar un tributo de tres mil trescientos kilos de plata y treinta y tres kilos de oro.
34. Además, el faraón Necao puso como rey a Eliaquim, hijo de Josías, en lugar de su padre, y le cambió el nombre#23.34 Acerca de este cambio de nombre, véase 2 R 14.7 nota. Véanse también Gn 17.5 nota; 32.28(29) nota. y le puso Joaquim, y a Joacaz lo tomó y lo llevó a Egipto, donde murió.
35. Joaquim entregó a Necao la plata y el oro que este exigía, para lo cual tuvo que imponer una contribución a la gente del país. Y cada uno pagó en plata y en oro el impuesto que se le calculó, para entregárselo al faraón Necao.#23.35 Este fuerte tributo indica que desde la muerte de Josías (609 a.C.) hasta la batalla de Carquemis (605 a.C.), el reino de Judá fue vasallo de Egipto. Véase Jer 46.2 notas c y d.
36. Joaquim tenía veinticinco años cuando comenzó a reinar, y reinó en Jerusalén once años. Su madre se llamaba Zebudá, hija de Pedaías, y era de Rumá.
37. Pero sus hechos fueron malos a los ojos del Señor, igual que los de sus antepasados.#23.37 Joaquim no fue un digno sucesor de Josías (cf. 2 R 22.2), sino un pequeño tirano sin aptitudes de gobernante (cf. Jer 22.13-19). Con él llegó a su fin la reforma religiosa y recrudecieron las costumbres paganas (cf. Jer 36.20-31).