2 Reyes 5 DHH94I
1. Había un hombre llamado Naamán, jefe del ejército del rey de Siria,#5.1 Siria: Lit. Aram. Los arameos de Damasco (cf. v. 12) fueron durante mucho tiempo los más peligrosos enemigos de Israel (cf. 1 R 20.1; 22.3; 2 R 6.8,24). muy estimado y favorecido por su rey, porque el Señor había dado la victoria a Siria por medio de él. Pero este hombre estaba enfermo de lepra.
2. En una de las correrías de los sirios contra los israelitas, una muchachita fue hecha cautiva, y se quedó al servicio de la mujer de Naamán.
3. Esta muchachita dijo a su ama: —Si mi amo fuera a ver al profeta que está en Samaria,#5.3 Samaria: Véase 1 R 14.17 n. quedaría curado de su lepra.
4. Naamán fue y le contó a su rey lo que había dicho aquella muchacha.
5. Y el rey de Siria le respondió: —Está bien, ve, que yo mandaré una carta al rey de Israel. Entonces Naamán se fue. Tomó treinta mil monedas de plata, seis mil monedas de oro y diez mudas de ropa,
6. y le llevó al rey de Israel la carta, que decía: «Cuando recibas esta carta, sabrás que envío a Naamán, uno de mis oficiales, para que lo sanes de su lepra.»
7. Cuando el rey de Israel leyó la carta, se rasgó la ropa en señal de aflicción y dijo: —¿Acaso soy Dios, que da la vida y la quita, para que este me mande un hombre a que lo cure de su lepra? ¡Fíjense bien y verán que está buscando un pretexto contra mí!
8. Al enterarse el profeta Eliseo de que el rey se había rasgado la ropa por aquella carta, le mandó a decir: «¿Por qué te has rasgado la ropa? Que venga ese hombre a verme, y sabrá que hay un profeta en Israel.»
9. Naamán fue, con su carro y sus caballos, y se detuvo a la puerta de la casa de Eliseo.
10. Pero Eliseo envió un mensajero a que le dijera: «Ve y lávate siete veces en el río Jordán, y tu cuerpo quedará limpio de la lepra.»
11. Naamán se enfureció, y se fue diciendo: —Yo pensé que iba a salir a recibirme, y que de pie iba a invocar al Señor su Dios, y que luego iba a mover su mano sobre la parte enferma, y que así me quitaría la lepra.
12. ¿No son los ríos de Damasco, el Abaná y el Farfar,#5.12 El Abaná, llamado Amaná en Cnt 4.8, es un río que nace en el Antilíbano; el Farfar desciende del Hermón y corre al sur de Damasco. mejores que todos los ríos de Israel? ¿No podría yo haber ido a lavarme en ellos y quedar limpio?#5.12 Naamán se sintió decepcionado porque esperaba que el profeta lo recibiera de modo más espectacular. Y muy enojado se fue de allí.
13. Pero sus criados se acercaron a él y le dijeron: —Señor, si el profeta le hubiera mandado hacer algo difícil, ¿no lo habría hecho usted? Pues con mayor razón si solo le ha dicho que se lave usted y quedará limpio.
14. Naamán fue y se sumergió siete veces en el Jordán, según se lo había ordenado el profeta, y su carne se volvió como la de un jovencito, y quedó limpio.
15. Entonces él y todos sus acompañantes fueron a ver a Eliseo. Al llegar ante él, Naamán le dijo: —¡Ahora estoy convencido de que en toda la tierra no hay Dios, sino solo en Israel! Por lo tanto, te ruego que aceptes un regalo de este servidor tuyo.
16. Pero Eliseo le contestó: —Juro por el Señor, que me está viendo, que no lo aceptaré. Y aunque Naamán insistió, Eliseo se negó a aceptarlo.
17. Entonces Naamán dijo: —En ese caso permite que me lleve dos cargas de mula de tierra de Israel; porque este servidor tuyo no volverá a ofrecer holocaustos ni sacrificios a otros dioses, sino al Señor.#5.17 La tierra pura de Israel iba a utilizarse para erigir un altar donde ofrecer los sacrificios, ya que el suelo extranjero, contaminado por los ídolos, era considerado impuro (cf. Am 7.17; Os 9.3-4).
18. Solamente ruego al Señor que me perdone una cosa: que cuando mi soberano vaya a adorar al templo de Rimón,#5.18 Rimón es otro nombre de Hadad, el dios arameo por excelencia, señor de las lluvias y las tormentas (cf. Zac 12.11 y el nombre Tabrimón en 1 R 15.18). y se apoye en mi brazo, y yo tenga que arrodillarme en ese templo, que el Señor me perdone por esto.#5.18 Un caso de conciencia semejante se les presentaba a los primeros cristianos, especialmente a los esclavos convertidos, que debían acompañar a sus amos a las ceremonias paganas.
19. Eliseo le respondió: —Vete tranquilo. Naamán se fue de allí. Y cuando ya iba a cierta distancia,
20. Guehazí, el criado del profeta Eliseo, pensó: «Mi señor ha dejado ir a Naamán el sirio sin aceptar nada de lo que él trajo. Juro por el Señor que voy a seguirlo rápidamente, a ver qué puedo conseguir de él.»
21. Y se fue Guehazí tras Naamán; y cuando este lo vio detrás de él, se bajó de su carro para recibirlo, y le preguntó: —¿Pasa algo malo?
22. —No, nada —contestó Guehazí—. Pero mi amo me ha enviado a decirle a usted que acaban de llegar dos profetas jóvenes, que vienen de los montes de Efraín, y ruega a usted que les dé tres mil monedas de plata y dos mudas de ropa.
23. Naamán respondió: —Por favor, toma seis mil monedas de plata. E insistiendo Naamán en que las aceptara, las metió en dos sacos junto con las dos mudas de ropa, y se lo entregó todo a dos de sus criados para que lo llevaran delante de Guehazí.
24. Cuando llegaron a la colina, Guehazí tomó la plata que llevaban los criados, la guardó en la casa y los despidió.
25. Luego fue y se presentó ante su amo, y Eliseo le preguntó: —¿De dónde vienes, Guehazí? —Yo no he ido a ninguna parte —contestó Guehazí.
26. Pero Eliseo insistió: —Cuando cierto hombre se bajó de su carro para recibirte, yo estaba allí contigo, en el pensamiento.#5.26 Yo estaba allí contigo, en el pensamiento: Lit. ¿Mi corazón no iba (contigo)?: El corazón, en el lenguaje bíblico, es el principio del que proceden las actividades intelectuales y volitivas (véase corazón en el Índice temático). Por tanto, estas palabras de Eliseo parecen referirse a una especie de visión profética que le dio a conocer lo que estaba sucediendo en su ausencia (2 R 6.12; cf. 1 R 14.5). Pero este no es el momento de recibir dinero y mudas de ropa, ni de comprar huertos, viñedos, ovejas, bueyes, criados y criadas.
27. Por lo tanto, la lepra de Naamán se te pegará a ti y a tu descendencia para siempre. Y cuando Guehazí se separó de Eliseo, estaba tan leproso que se veía blanco como la nieve.