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Eclesiastés 2 DHH94I

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1. También me dije a mí mismo: «Ahora voy a hacer la prueba divirtiéndome; voy a darme buena vida.»#2.1 «Ahora voy... buena vida.»: Nótese que el autor no se pregunta acerca de la bondad o maldad moral de los placeres, sino acerca de su capacidad o incapacidad para colmar las aspiraciones más profundas del corazón humano. Por supuesto, también aquí la conclusión es negativa: los grandes placeres resultan tanto más decepcionantes cuanto más se había esperado de ellos (cf. Ec 2.4-11). ¡Pero hasta eso resultó vana ilusión!

2. Y concluí que la risa es locura y que el placer de nada sirve.

3. Con mi mente bajo el control de la sabiduría, quise probar el estímulo del vino, y me entregué a él para saber si eso es lo que más le conviene al hombre#2.3 Lo que más le conviene al hombre: En esta expresión se resume el objeto de la «investigación» llevada a cabo por el Eclesiastés. Él tiene especial interés en saber qué es lo más conveniente (Lit. dónde está lo bueno) para el ser humano, porque sin ese conocimiento es imposible ordenar adecuadamente la propia conducta. De sus numerosas observaciones y experiencias extrae la conclusión formulada en Ec 2.24; 3.12-13,22; 5.18(17); 8.15; 9.7-10. durante sus contados días en este mundo.#2.3 Sus contados días en este mundo: La brevedad de la vida es otro de los temas que atraviesa todo el libro. A pesar de los muchos sinsabores que se padecen en este mundo, es bueno ver el sol y disfrutar de la dulzura de la luz (Ec 11.7); pero los seres humanos son mortales, y cuando Dios les quita el aliento de vida, tanto el necio como el sabio vuelven al polvo del que habían sido sacados (Ec 2.15-16; 3.19-20; 9.5-6; 12.1-7).

4. Realicé grandes obras; me construí palacios; tuve mis propios viñedos.

5. Cultivé mis propios huertos y jardines, y en ellos planté toda clase de árboles frutales.

6. Construí represas de agua para regar los árboles plantados;

7. compré esclavos y esclavas, y aun tuve criados nacidos en mi casa; también tuve más vacas y ovejas que cualquiera otro antes de mí en Jerusalén.#2.7 1 R 4.22-23(5.2-3).

8. Junté montones de oro y plata, tesoros que antes fueron de otros reyes y de otras provincias.#2.8 1 R 9.28; 10.10-22. Tuve cantores y cantoras, placeres humanos y concubina tras concubina.#2.4-8 1 R 10.23-27; 2 Cr 9.22-27.

9. Fui un gran personaje, y llegué a tener más que todos los que fueron antes de mí en Jerusalén. Además de eso, la sabiduría no me abandonaba.

10. Nunca me negué ningún deseo; jamás me negué ninguna diversión. Gocé de corazón con todos mis trabajos, y ese gozo fue mi recompensa.

11. Me puse luego a considerar mis propias obras y el trabajo que me había costado realizarlas, y me di cuenta de que todo era vana ilusión, un querer atrapar el viento, y de que no hay nada de provecho en este mundo.

12. Después me puse a reflexionar sobre la sabiduría, la estupidez y la necedad: ¿Qué más podrá hacer el que reine después de mí, sino lo que ya antes ha sido hecho?

13. Y encontré que es más provechosa la sabiduría que la necedad, así como es más provechosa la luz que la oscuridad.

14. El sabio usa bien los ojos, pero el necio anda a oscuras.#2.14 Eclesiastés pone muy bien de relieve las limitaciones de la sabiduría humana (véase Ec 1.18 n., y cf. 8.16-17), pero no por eso la desprecia o la considera desprovista de valor. Al contrario, afirma que ella da al sabio una fuerza superior a las armas de guerra (9.18), hace que él tenga los ojos bien abiertos (2.14), da brillo a su rostro, suaviza la dureza de su semblante (8.1) y le atrae el aprecio de los demás (10.12). Pero también reconoce que el sabio, si es pobre, no suele ser escuchado (9.16), y recomienda buscar la sabiduría con la debida moderación (7.16; cf. 12.11-12). Sin embargo, me di cuenta de que a todos les espera lo mismo,#2.14 El hecho de que el sabio y el necio tengan un mismo fin se interpreta de manera distinta aquí y en Sal 49.10(11). Lo que para el salmista era motivo de consuelo resulta decepcionante para el Eclesiastés. Cf. Ec 9.10.

15. y me dije: «Lo que le espera al necio también me espera a mí, así que de nada me sirve tanta sabiduría. ¡Hasta eso es vana ilusión!

16. Porque nunca nadie se acordará ni del sabio ni del necio; con el correr del tiempo todo se olvida, y sabios y necios mueren por igual.»

17. Llegué a odiar la vida, pues todo lo que se hace en este mundo resultaba en contra mía. Realmente, todo es vana ilusión, ¡es querer atrapar el viento!

18. Llegué a odiar también todo el trabajo que había realizado en este mundo, pues todo ello tendría que dejárselo a mi sucesor.

19. Y una cosa era segura: que él, ya fuera sabio o necio, se adueñaría de todo lo que con tanto trabajo y sabiduría logré alcanzar en este mundo. ¡Y esto también es vana ilusión!

20. Al ver lo que yo había hecho en este mundo, lamenté haber trabajado tanto,

21. pues hay quien pone sabiduría, conocimientos y experiencia en su trabajo, tan solo para dejárselo todo a quien no trabajó para obtenerlo. ¡Y también esto es vana ilusión y una gran injusticia!

22. En fin, ¿qué saca el hombre de tanto trabajar y de tanto preocuparse en este mundo?

23. Toda su vida es de sufrimientos,#2.23 Cf. Job 14.1. es una carga molesta; ni siquiera de noche descansa su mente. ¡Y esto también es vana ilusión!

24. Lo mejor que puede hacer el hombre es comer y beber, y disfrutar del fruto de su trabajo, pues he encontrado que también esto viene de parte de Dios.#2.24 Lo mejor que puede hacer el hombre...: El autor se había preguntado qué es lo más conveniente para el hombre (véase Ec 2.3 nota) y ahora da su respuesta. A pesar de la necedad, la injusticia y la miseria que reinan en este mundo (cf. Ec 3.16; 4.1), hay una porción de auténtica felicidad que Dios tiene reservada a los hombres: son las pequeñas alegrías de la vida cotidiana, como el comer, el beber y la satisfacción por el trabajo bien cumplido. Las referencias al goce moderado de los bienes de este mundo se repiten como un estribillo, estableciendo una cierta correspondencia con las reiteradas alusiones a la «vanidad» de la vida. Cf. Ec 3.12-13,22; 5.18(17); 8.15; 9.7-10.

25. Porque, ¿quién puede comer, o gozar, si no es por él?#2.25 Si no es por él?: según la versión griega (LXX). Heb. si no es por mí?

26. De hecho, Dios da sabiduría, conocimiento y alegría a quien él mira con buenos ojos; pero al que peca le deja la carga de prosperar y amontonar tesoros para luego dárselos a quien él mira con buenos ojos. ¡También esto es vana ilusión y querer atrapar el viento!

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