Ezequiel 1 DHH94I
1 2. Yo, el sacerdote Ezequiel, hijo de Buzí, estaba un día a orillas del río Quebar,#1.1-3 El río Quebar: canal tributario del Éufrates, que corre al sudeste del sitio donde se encontraba la antigua Babilonia. Véase Índice de mapas. en Babilonia, entre los que habían sido llevados al destierro. En esto se abrió el cielo,#1.1-3 Se abrió el cielo: Cf. Ap 19.11. y vi a Dios en una visión. Era el día cinco del mes cuarto del año treinta,#1.1-3 El texto no indica a partir de qué fecha se cuentan estos treinta años. Algunos intérpretes piensan que se refieren a la edad de Ezequiel. En tal caso se estaría afirmando su autoridad como sacerdote, ya que los miembros de las familias sacerdotales podían comenzar a ejercer sus funciones a partir de esa edad (cf. Nm 4). Otros consideran que en estos vv. se han unido, sin tratar de armonizarlas, dos indicaciones cronológicas referentes a dos momentos diversos en la vida del profeta. cinco años después que el rey Joaquín había sido llevado al destierro.#1.1-3 El quinto año del destierro del rey Joaquín corresponde al año 593 a.C. Cf. 2 R 24.10-16; 2 Cr 36.9-10. El Señor puso su mano sobre mí.#1.1-3 El Señor puso su mano sobre mí: Esta expresión da una idea del poder con que el Señor se revela al profeta para actuar y hablar por medio de él. Cf. Ez 3.14,22; 8.1; 33.22; 37.1; 40.1.
4. Entonces vi que del norte venía un viento huracanado; de una gran nube salía un fuego#1.4 El fuego suele estar asociado a las manifestaciones de Dios en el AT. Unas veces, como la columna de fuego en Ex 14.24, representa la presencia protectora del Señor; otras, como en Nm 16.35; Sof 1.18, simboliza el juicio de Dios. como de relámpagos, y en su derredor había un fuerte resplandor.#1.4 El resplandor de la luz es otra característica de las manifestaciones divinas (Is 9.2[1]). Cf. también Is 60.1-3, donde se compara la llegada de la gloria de Dios con la claridad de una aurora radiante. En medio del fuego brillaba algo semejante al metal bruñido,
5. y en el centro mismo había algo parecido a cuatro seres con aspecto humano.
6. Cada uno de ellos tenía cuatro caras y cuatro alas;
7. sus piernas eran rectas, con pezuñas como de becerro, y brillaban como bronce muy pulido.
8 9. Además de sus cuatro caras y sus cuatro alas, estos seres tenían manos de hombre en sus cuatro costados, debajo de sus alas. Las alas se tocaban unas con otras. Al andar, no se volvían, sino que caminaban de frente.
10. Las caras de los cuatro seres tenían este aspecto: por delante, su cara era la de un hombre; a la derecha, la de un león; a la izquierda, la de un toro; y por detrás, la de un águila.#1.10 Cf. Ez 10.14; Ap 4.7.
11. Las alas#1.11 Las alas: así, según versiones antiguas. El texto hebreo añade y sus caras. se extendían hacia arriba. Dos de ellas se tocaban entre sí, y con las otras dos se cubrían el cuerpo.
12. Todos caminaban de frente, y no se volvían al andar. Iban en la dirección en que el poder de Dios los llevaba.
13. El aspecto de los seres era como de carbones encendidos, o como de algo parecido a antorchas#1.13 Cf. Ap 4.5. que iban y venían en medio de ellos; el fuego era resplandeciente, y de él salían relámpagos.
14. Los seres iban y venían rápidamente, como si fueran relámpagos.#1.14 El rápido desplazamiento de los cuatro seres sugiere la idea de una gran movilidad. La presencia divina no está ligada exclusivamente al templo de Jerusalén o la Tierra santa, sino que también puede manifestarse en Babilonia o en cualquier otra parte donde el pueblo necesita encontrarse con su Dios. Cf. Ez 10; 43.1-12, que muestran cómo la gloria del Señor abandona el templo y luego vuelve a entrar en él.
15. Miré a aquellos seres y vi que en el suelo, al lado de cada uno de ellos, había una rueda.
16. Las cuatro ruedas eran iguales y, por la manera en que estaban hechas, brillaban como el topacio. Parecía como si dentro de cada rueda hubiera otra rueda.
17. Podían avanzar en cualquiera de las cuatro direcciones, sin tener que volverse.
18. Vi#1.18 Vi: según la versión griega (LXX). Heb. temor. que las cuatro ruedas tenían sus aros, y que en su derredor estaban llenas de reflejos.#1.18 Reflejos: Lit. ojos. Cf. Ap 4.8.
19. Cuando aquellos seres avanzaban, también avanzaban las ruedas con ellos, y cuando los seres se levantaban del suelo, también se levantaban las ruedas.
20. Los seres se movían en la dirección en que el poder de Dios los impulsaba, y las ruedas se levantaban junto con ellos, porque las ruedas formaban parte viva de los seres.
21. Cuando los seres se movían, se movían también las ruedas, y cuando ellos se detenían, las ruedas también se detenían; y cuando los seres se levantaban del suelo, también las ruedas se levantaban con ellos, porque las ruedas formaban parte viva de los seres.
22. Por encima de sus cabezas se veía una especie de bóveda, brillante como el cristal.#1.22 Cf. Ap 4.6
23. Debajo de la bóveda se extendían rectas las alas de aquellos seres, tocándose unas con otras. Con dos de ellas se cubrían el cuerpo.
24. Y oí también el ruido que hacían las alas cuando avanzaban: era como el ruido del agua de un río crecido,#1.24 Cf. Ap 1.15; 19.6. como la voz del Todopoderoso,#1.24 Todopoderoso: heb. Shadai. Véase Gn 17.1 n. como el ruido de un gran ejército. Cuando se detenían, bajaban las alas.
25. Y salió un ruido de encima de la bóveda que estaba sobre la cabeza de ellos.#1.25 El texto hebreo repite Cuando se detenían, bajaban las alas.
26. Encima de la bóveda vi algo como un trono que parecía de zafiro,#1.26 Un trono… de zafiro: Cf. Ex 24.10. y sobre aquella especie de trono había alguien que parecía un hombre.#1.26 Cf. Ez 10.1; Ap 4.2-3.
27. De lo que parecía ser su cintura para arriba, vi que brillaba como metal bruñido rodeado de fuego, y de allí para abajo vi algo semejante al fuego. En su derredor había un resplandor
28. parecido al arco iris cuando aparece entre las nubes en un día de lluvia. De esta manera se me presentó la gloria del Señor.#1.28 La gloria del Señor es la manifestación visible de la presencia divina (Ez 3.12,23; 8.4; 43.1-5). Cf. Ex 24.16-17; 40.34-35; véanse Jn 1.14 nota; 2.11 n. Todos los elementos antes descritos preceden y acompañan la revelación de la gloria del Señor, que es el aspecto más importante de esta visión profética. Al verla, me incliné hasta tocar el suelo con la frente.