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Jeremías 1 DHH94I

1. Dichos y hechos#1.1 Dichos y hechos: Esta expresión traduce un vocablo hebreo que habitualmente significa palabras, pero que en determinados contextos se refiere a sucesos o acontecimientos. El libro de Jeremías no contiene solamente dichos o palabras del profeta, sino también numerosos relatos de carácter biográfico. de Jeremías, hijo de Hilquías.#1.1 Hilquías, el padre de Jeremías, no es el sacerdote del mismo nombre que encontró el libro de la ley en el templo de Jerusalén, en el año 622 a.C. (2 R 22.8). Jeremías pertenecía a una familia de sacerdotes que vivían en el pueblo de Anatot,#1.1 Anatot era una población situada a unos 5 km. al nordeste de Jerusalén y se menciona en la lista de las ciudades levíticas (Jos 21.13-18). Los sacerdotes de Anatot estaban sin duda emparentados con Abiatar, uno de los sacerdotes de David (cf. 1 S 22.20-23), que fue expulsado de Jerusalén por el rey Salomón (cf. 1 R 2.26-27). Además, los miembros de esta familia sacerdotal eran probablemente descendientes de Elí, el sacerdote del antiguo santuario de Siló. Véanse 1 S 2.33 n. e Índice de mapas. en la región de la tribu de Benjamín.#1.1 En la región de la tribu de Benjamín: Véase Jos 18.11 n.

2. El Señor le habló a Jeremías cuando Josías, hijo de Amón, estaba en el año trece de su reinado en Judá.#1.2 Jer 25.3. Josías reinó en Judá entre los años 640 y 609 a.C., de manera que el año trece de su reinado corresponde al año 627 a.C. Cf. 2 R 22.1—23.30; 2 Cr 34—35.

3. También le habló durante el tiempo en que Joaquim, hijo de Josías, era rey de Judá, y hasta que Sedequías,#1.3 Acerca de los reyes Joaquim y Sedequías, cf. 2 R 23.36—25.7, y véanse Jer 22.30 n.; 26.1 nota; 27.1 nota. también hijo de Josías, cumplió once años como rey de Judá; es decir, hasta el quinto mes de aquel año, cuando los habitantes de Jerusalén fueron llevados al destierro.#1.3 Este destierro de los habitantes de Judá a Babilonia tuvo lugar en el año 586 a.C. (cf. 2 R 25.8-21). Jeremías no integró la caravana de los deportados (cf. Jer 40.1-6), sino que después de la destrucción de Jerusalén siguió ejerciendo una importante actividad entre sus compatriotas que no fueron condenados al exilio. Acerca de esta última etapa de su actividad profética, cf. Jer 42—44.

4. El Señor se dirigió a mí, y me dijo:

5. «Antes de darte la vida,#1.5 Antes de darte la vida: Lit. antes de formarte en el vientre materno (Job 10.8-12; Sal 139.13-16; Sab 7.1; 2 Mac 7.22-23; cf. Jer 18.6). En realidad, el Señor no llama a Jeremías para invitarlo a ejercer la misión profética; le informa, más bien, que él le ha dado la vida con la expresa finalidad de hacer de él un profeta. ya te había yo escogido;#1.5 Escogido: Lit. conocido, en el sentido bíblico del verbo conocer, que implica casi siempre una relación muy íntima y personal (cf. Jn 10.3-4,14-15) y en algunos contextos, como en el caso presente, incluye la idea de discernimiento y elección. Véase Am 3.2 nota. antes de que nacieras, ya te había yo apartado;#1.5 Te había yo apartado: Esta expresión traduce un verbo hebreo que significa consagrar, que en este contexto sugiere la idea de ser predestinado y puesto aparte para el cumplimiento de una misión. Cf. Is 49.1,5; Gl 1.15-16. te había destinado a ser profeta de las naciones.»#1.5 Para llevar a cabo su misión, Jeremías tendrá que ocuparse de naciones distintas de Israel (cf. Jer 25.15-38; 27; 46—51), lo mismo que otros profetas, como Amós (caps. 1—2), Isaías (caps. 13—23) y Ezequiel (caps. 25—32).

6. Yo contesté: «¡Ay, Señor! ¡Yo soy muy joven y no sé hablar!»#1.6 Jeremías no quiere decir, como Moisés, que él es torpe para hablar (Ex 4.10; 6.12), sino que aún no tiene la edad requerida para participar activamente en la vida pública. En el antiguo Israel, era muy apreciada la sabiduría de los ancianos y las personas de poca edad debían guardar silencio en presencia de los mayores (cf. Job 32.4,6); por eso Jeremías objeta que sus palabras, por ser las de alguien demasiado joven, carecerían de autoridad.

7. Pero el Señor me dijo: «No digas que eres muy joven. Tú irás a donde yo te mande, y dirás lo que yo te ordene.#1.7 El Señor no acepta la objeción, porque él tiene poder para hacer oír su palabra por medio de quien él quiere. Cf. Ex 4.11-12; véase Jue 6.15 n.

8. No tengas miedo de nadie, pues yo estaré contigo#1.8 Yo estaré contigo: Véanse las referencias en Ex 3.12 nota j. para protegerte. Yo, el Señor, doy mi palabra.»#1.8 Yo, el Señor, doy mi palabra: Esta frase corresponde a una expresión hebrea que en otras versiones suele traducirse por oráculo del Señor. El oráculo es una forma literaria característica de los escritos proféticos, que expresa de manera concisa, y por lo general en lenguaje poético, el mensaje que el profeta debe transmitir como portavoz del Señor.

9. Entonces el Señor extendió la mano, me tocó los labios y me dijo:

10. «Yo pongo mis palabras en tus labios.#1.9-10 Yo pongo mis palabras en tus labios: Cf. Dt 18.18, donde casi con estos mismos términos el Señor promete que nunca dejará de enviar a su pueblo profetas como Moisés. Así se pone de manifiesto que Jeremías se sitúa en la corriente profética inaugurada por el libertador de Israel (cf. Dt 34.10). Hoy te doy plena autoridad sobre reinos y naciones, para arrancar y derribar, para destruir y demoler, y también para construir y plantar.»#1.10 Estos verbos especifican la misión que deberá cumplir Jeremías. La desproporción entre los cuatro primeros, de carácter negativo, y los dos últimos, de contenido positivo, da a entender que su misión consistirá principalmente en anunciar el juicio de Dios sobre el pueblo pecador. Pero en su mensaje habrá también anuncios de salvación (cf. caps. 30—33). Estos mismos verbos se encuentran también, total o parcialmente, en 18.7-9; 24.6; 31.28; 42.10; 45.4.

11. El Señor se dirigió a mí, y me dijo: «Jeremías, ¿qué es lo que ves?»#1.11-19 Dos visiones cargadas de simbolismo completan el relato de la vocación de Jeremías. La primera (vv. 11-12) se refiere a la eficacia de la palabra de Dios, que el profeta debe proclamar; la segunda (vv. 13-15) tiene que ver con el contenido de esa palabra, es decir, con el mensaje que ella anuncia. En ambos casos, la revelación divina llega a través de dos objetos familiares y cotidianos, como son una rama de almendro o una olla que hierve sobre el fuego. «Veo una rama de almendro»#1.11-12 La rama de almendro es la primera que florece, anticipándose a la primavera, y por eso en hebreo se llama shaqued (vigilante). Del mismo modo, el Señor está atento (v. 12) o vigila (shoqued) para que su palabra no deje de cumplirse. Cf. Is 55.10-11; Ez 12.28. —contesté.

12. «Tienes razón —me dijo el Señor. En efecto, voy a estar atento a que mis palabras se cumplan.»

13. El Señor se dirigió a mí por segunda vez: «¿Qué es lo que ves?» —me preguntó. «Veo una olla hirviendo, a punto de derramarse desde el norte»#1.13 La olla hirviendo está inclinada y a punto de volcarse de norte a sur, es decir, en dirección a Jerusalén y Judá. —contesté.

14. Entonces el Señor me dijo: «Desde el norte va a derramarse la calamidad sobre todos los habitantes de este país.

15. Yo, el Señor, les aseguro que voy a llamar a todos los reinos del norte. Vendrán sus reyes y pondrán sus tronos a la entrada misma de Jerusalén, frente a todas las murallas que la rodean y frente a todas las ciudades de Judá.#1.14-15 Jer 4.6; 6.1; 13.20. Todavía no se especifica quién es el enemigo que viene del norte, pero más adelante va a quedar claro que se trata del imperio neobabilónico. Este imperio, sobre todo bajo el reinado de Nabucodonosor, dominó la política del antiguo Oriente a fines del siglo VII a.C. y a comienzos del VI. Cf. Jer 27.6-11.

16. Este es el castigo que voy a decretar contra esos pecadores que me abandonaron, que quemaron incienso y adoraron a dioses extranjeros que ellos mismos hicieron.

17. Y tú, ármate de valor; ve y diles todo lo que yo te mande. No les tengas miedo, porque de otra manera yo te haré temblar delante de ellos.

18. Yo te pongo hoy como ciudad fortificada, como columna de hierro, como muralla de bronce, para que te enfrentes a todo el país de Judá: a sus reyes, jefes y sacerdotes, y al pueblo en general.#1.18 Al pueblo en general: Lit. al pueblo del país. Con esta expresión se designaba, antes del exilio, no tanto al conjunto de la población sino a los ciudadanos que gozaban de plenos derechos cívicos y que tenían, además, determinadas obligaciones, como la participación en los asuntos públicos (cf. 2 R 21.24; 23.30) y el servicio militar (cf. Jer 52.25). Después del exilio, la expresión va a designar a la gente de la región, es decir, a los pobladores de Palestina que no eran judíos (cf. Esd 4.4). Nótese que en este pasaje el pueblo del país se distingue expresamente de los reyes, los jefes y los sacerdotes. Véase una enumeración parecida en Ez 22.26-29.

19. Ellos te harán la guerra, pero no te vencerán porque yo estaré contigo para protegerte. Yo, el Señor, doy mi palabra.»

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