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Jeremías 11 DHH94I

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1. El Señor se dirigió a mí, Jeremías, y me dijo:

2. «Que los israelitas pongan atención a los términos de esta alianza. Habla a la gente de Judá y a los habitantes de Jerusalén,#11.2 Cf. Jer 7.2.

3. y diles que yo, el Señor, el Dios de Israel, declaro maldito#11.3 Declaro maldito: El pacto o alianza, al mismo tiempo que establecía un vínculo especial entre el Señor e Israel, imponía al pueblo la obligación de observar fielmente las prescripciones de la ley. El cumplimiento de la voluntad divina llevaba aparejado una promesa de bendición; pero el que se apartaba del Señor, fuente de bendición y de vida, caía bajo el dominio de la maldición (Dt 31.16-20). Cf. Dt 27.11—28.68. al que no obedezca los términos de esta alianza.#11.3 Este pacto o alianza que el Señor estableció en el Sinaí por la mediación de Moisés (cf. Ex 24.1-8), fue reafirmado en las llanuras de Moab (Dt 1.5) y renovado en algunas circunstancias especiales (cf. Jos 24; 2 R 23.3). Acerca del significado de la palabra alianza en el Deuteronomio, véase Dt 4.13 nota y Alianza (pacto) en el Índice temático.

4. Es la alianza que hice con sus antepasados cuando los saqué de Egipto, país que era para ellos como un horno de fundir hierro. Les dije: Obedézcanme, hagan todo lo que yo les ordene y ustedes serán mi pueblo y yo seré su Dios.#11.4 Dt 4.20; 1 R 8.51; Jer 7.23.

5. Si ustedes me hacen caso, yo cumpliré el juramento que hice a sus antepasados, de darles una tierra, la tierra que ahora tienen, donde la leche y la miel corren como el agua.» Y yo respondí: «Sí, Señor.»#11.5 Donde la leche y la miel corren como el agua: Dt 6.3; 11.9; 27.3; 31.20; véase Ex 3.8 nota.

6. Entonces el Señor me dijo: «Proclama este mensaje en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén. Di a la gente: “Escuchen cuáles son los términos de esta alianza, y cúmplanlos.

7. Cuando yo saqué de Egipto a los antepasados de ustedes, les advertí solemnemente que me hicieran caso, y desde entonces hasta ahora se lo he seguido advirtiendo.

8. Pero no me hicieron caso ni me obedecieron, sino que tercamente se dejaron llevar por las malas inclinaciones de su corazón. No quisieron cumplir los términos que yo les había ordenado, y entonces hice que les vinieran los castigos anunciados en la alianza.”»

9. El Señor siguió diciéndome: «La gente de Judá y los habitantes de Jerusalén conspiran contra mí.

10. Han vuelto a los mismos pecados que antes cometieron sus antepasados, los cuales se negaron a obedecerme y se fueron tras otros dioses y los adoraron. Tanto Israel como Judá han violado la alianza que yo hice con sus antepasados.

11. Por lo tanto, voy a enviarles una calamidad de la que no podrán escapar. Por más que griten pidiéndome auxilio, no los escucharé. Yo, el Señor, lo afirmo.

12. Entonces la gente de Judá y los habitantes de Jerusalén irán a pedir ayuda a los dioses a los que ofrecen incienso, pero ellos no podrán salvarlos cuando llegue la calamidad.

13. Judá tiene tantos dioses como ciudades, y los habitantes de Jerusalén han levantado tantos altares para ofrecer incienso a Baal como calles hay en la ciudad.

14. Así que tú, Jeremías, no ores en favor de este pueblo; no me ofrezcas oraciones ni súplicas por ellos, porque no voy a escucharlos cuando me pidan ayuda en medio de la calamidad.#11.14 No ores... no voy a escucharlos: Véase Jer 7.16 n.

15. »¿Qué busca Israel, mi amada,#11.15 Mi amada: A pesar de sus repetidas infidelidades, Israel no ha dejado de ser la esposa amada del Señor (Jer 2.2; cf. Is 5.1). en mi templo, después de haber hecho tantas cosas malas? ¿Acaso la grasa#11.15 Grasa: según la versión latina (Vulgata). Heb. muchos. y la carne de los sacrificios#11.15 Véase Sal 40.6(7) nota. alejarán de ti la desgracia, y podrás así escapar?»#11.15 Podrás así escapar: según la versión griega (LXX). Heb. entonces te alegrarás.

16. El Señor te había llamado «olivo frondoso,#11.16 Olivo frondoso: Véase Sal 52.8(10) n. cargado de hermosos frutos.» Pero en medio de fuertes truenos él prendió fuego a tus hojas y arden tus ramas.

17. El Señor todopoderoso, que te plantó, ha ordenado la calamidad contra ti por causa de las maldades que Israel y Judá han cometido, pues lo han ofendido ofreciendo incienso a Baal.#11.17 Baal: Véase Jue 2.13 n.

18. El Señor me hizo saber que mis enemigos estaban tramando algo malo. Él me abrió los ojos, para que me diera cuenta.

19. Yo estaba tranquilo, como un cordero que llevan al matadero,#11.19 Como un cordero que llevan al matadero: Sal 44.11(12); Is 53.7. sin saber que estaban haciendo planes contra mí. Decían: «Cortemos el árbol ahora que está en todo su vigor;#11.19 Vigor: texto probable. Heb. pan. arranquémoslo de este mundo de los vivientes, para que nadie vuelva a acordarse de él.»

20. Pero tú, Señor todopoderoso, eres un juez justo; tú conoces hasta lo más íntimo del hombre.#11.20 Tú conoces hasta lo más íntimo del hombre: Lit. tú sondeas el corazón y los riñones. Para los antiguos israelitas, los riñones eran el asiento de las emociones y de los sentimientos profundos; el corazón, en cambio, era la sede del pensamiento y de la voluntad, y de él procedían las decisiones personales. Véase Sal 12.2(3) n. Hazme ver cómo castigas a esa gente, pues he puesto mi causa en tus manos.#11.20 Hazme ver... en tus manos: En esta frase se encuentran dos elementos característicos de los salmos de súplica: la expresión de confianza en el Señor, que hace justicia a los perseguidos y oprimidos (cf., por ej., Sal 17.1-7), y el pedido de venganza contra los enemigos (cf. Sal 17.13-14; 74.18-21). Cf. también Jer 20.12.

21. Y a los hombres de Anatot, que buscaban mi muerte y que me ordenaban no hablar en nombre del Señor, si no quería que me mataran,#11.21 Se ignora el motivo de esta conspiración contra Jeremías. En general, aunque sin ninguna prueba decisiva, se afirma que la oposición de los hombres de Anatot está relacionada con la reforma religiosa del rey Josías (cf. 2 R 23), de la que el profeta habría sido un ardiente defensor. Como esa reforma centralizaba el culto en el único templo de Jerusalén, las medidas dispuestas por el rey asestaban un duro golpe a los sacerdotes de los santuarios locales, incluida la familia de Jeremías, que tenía a su cargo el «lugar alto» de Anatot (cf. Jer 1.1 nota). Otros intérpretes consideran que es imposible saber qué actitud asumió Jeremías con respecto a dicha reforma y afirman, en cambio, que la oposición tenía motivos políticos: los compatriotas del profeta querían evitar toda complicidad con alguien que era acusado de traidor, porque predicaba la rendición a Babilonia, el más odiado enemigo (véase Jer 21.8-10 n.).

22. el Señor todopoderoso les dice: «Voy a ajustar cuentas con ustedes: los jóvenes morirán en la guerra, y sus hijos y sus hijas morirán de hambre.

23. No quedará ni uno solo de ellos, porque viene el día en que yo ajustaré cuentas con ustedes, hombres de Anatot, y traeré sobre ustedes la calamidad.»

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