Jeremías 38 DHHS94
1. Sefatías, hijo de Matán, Guedalías, hijo de Pashur, Jucal, hijo de Selemías, y Pashur, hijo de Malquías, oyeron a Jeremías pronunciar ante el pueblo las siguientes palabras:
2. «El Señor dice: “El que se quede en la ciudad morirá en la guerra o de hambre o de peste. En cambio, el que salga y se entregue a los caldeos, podrá al menos salvar su vida.”
3. El Señor dice: “Esta ciudad va a caer en poder del ejército del rey de Babilonia. Él la tomará, y nadie podrá evitarlo.”»
4. Entonces los funcionarios dijeron al rey: —Hay que matar a este hombre, pues con sus palabras desmoraliza a los soldados que aún quedan en la ciudad, y a toda la gente. Este hombre no busca el bien del pueblo, sino su mal.
5. El rey Sedequías les respondió: —Está bien, hagan con él lo que quieran. Yo nada puedo contra ustedes.
6. Entonces ellos se apoderaron de Jeremías y lo echaron en la cisterna del príncipe Malquías, que se encontraba en el patio de la guardia. Lo bajaron con sogas, y como en la cisterna no había agua, sino lodo, Jeremías se hundió en él.
7. Un etiope llamado Ébed-mélec, que era hombre de confianza en el palacio real, oyó decir que habían echado a Jeremías en la cisterna. Por aquel tiempo, el rey estaba en una sesión en la Puerta de Benjamín.
8. Entonces Ébed-mélec salió del palacio real y fue a decirle al rey:
9. —Majestad, lo que esos hombres han hecho con Jeremías es un crimen. Lo han echado en una cisterna, y ahí se está muriendo de hambre, porque ya no hay pan en la ciudad.
10. En seguida el rey ordenó a Ébed-mélec que se llevara con él a treinta hombres para sacar a Jeremías de la cisterna, antes que muriera.
11. Ébed-mélec se llevó a los hombres, fue al depósito de ropa del palacio y tomó de allí unos trapos viejos, se los bajó con sogas a Jeremías en la cisterna,
12. y le dijo: —Ponte esos trapos bajo los brazos, para que las sogas no te lastimen. Jeremías lo hizo así.
Sedequías manda llamar a Jeremías13. Entonces los hombres tiraron de las sogas y lo sacaron de allí. Después de esto, Jeremías se quedó en el patio de la guardia.
14. El rey Sedequías mandó que llevaran ante él al profeta Jeremías, a la tercera entrada del templo. Allí el rey le dijo: —Voy a hacerte una pregunta, y quiero que me contestes con toda franqueza.
15. Jeremías le respondió: —Si contesto a la pregunta, Su Majestad me mandará matar; y si le doy algún consejo, no me hará caso.
16. Pero en secreto el rey Sedequías le hizo este juramento a Jeremías: —Te juro por el Señor, que nos dio la vida, que no te mandaré matar ni te entregaré en manos de los que quieren matarte.
17. Jeremías dijo entonces a Sedequías: —El Señor todopoderoso, el Dios de Israel, dice: “Si te entregas de una vez a los generales del rey de Babilonia, tú y tu familia salvarán la vida, y esta ciudad no será incendiada.
18. Pero si no te entregas a ellos, los caldeos se apoderarán de la ciudad y le prenderán fuego, y tú no podrás escapar.”
19. Sedequías respondió: —Tengo miedo de los judíos que se han pasado a los caldeos; si caigo en manos de ellos, me torturarán.
20. Jeremías contestó: —Pero Su Majestad no caerá en manos de ellos. Obedezca Su Majestad, por favor, a la voz del Señor, que yo le he comunicado, y le irá bien y salvará la vida.
21. El Señor me ha hecho ver lo que pasará, si Su Majestad se empeña en no rendirse:
22. todas las mujeres que queden en el palacio del rey de Judá serán sacadas y entregadas a los generales del rey de Babilonia, y ellas mismas dirán: “Los mejores amigos del rey lo engañaron y lo vencieron; dejaron que sus pies se hundieran en el lodo y le dieron la espalda.”
23. Y Jeremías continuó diciendo al rey: —Todas las mujeres y los hijos de Su Majestad serán entregados a los caldeos, y Su Majestad no escapará de ellos, sino que será entregado al rey de Babilonia, y prenderán fuego a la ciudad.
24. Entonces Sedequías respondió a Jeremías: —Si en algo aprecias tu vida, no hables de esto con nadie.
25. Si los funcionarios llegan a saber que he estado hablando contigo, vendrán y te preguntarán qué me dijiste tú, y qué te dije yo, y con la promesa de salvarte la vida, te pedirán que les cuentes todo.
26. Pero tú respóndeles que solo me estabas suplicando que no te mandara de nuevo a la casa de Jonatán, para no morir allí.
27. En efecto, todos los funcionarios fueron a ver a Jeremías y le hicieron preguntas, pero él les respondió exactamente lo que el rey le había ordenado. Entonces lo dejaron en paz, porque nadie había oído la conversación.
28. Y Jeremías se quedó en el patio de la guardia hasta el día en que Jerusalén fue tomada.