Job 2 DHHS94
1. Cuando llegó el día en que debían presentarse ante el Señor sus servidores celestiales, se presentó también el ángel acusador entre ellos.
2. El Señor le preguntó: —¿De dónde vienes? Y el acusador contestó: —He andado recorriendo la tierra de un lado a otro.
3. Entonces el Señor le dijo: —¿Te has fijado en mi siervo Job? No hay nadie en la tierra como él, que me sirva tan fielmente y viva una vida tan recta y sin tacha, cuidando de no hacer mal a nadie. Y aunque tú me hiciste arruinarlo sin motivo alguno, él se mantiene firme en su conducta intachable.
4. Pero el acusador contestó al Señor: —Mientras no lo tocan a uno en su propio pellejo, todo va bien. El hombre está dispuesto a sacrificarlo todo por salvar su vida.
5. Pero tócalo en su propia persona y verás cómo te maldice en tu propia cara.
6. El Señor respondió al acusador: —Está bien, haz con él lo que quieras, con tal de que respetes su vida.
7. El acusador se alejó de la presencia del Señor, y envió sobre Job una terrible enfermedad de la piel que lo cubrió de pies a cabeza.
8. Entonces Job fue a sentarse junto a un montón de basura, y tomó un pedazo de olla rota para rascarse.
9. Pero su mujer le dijo: —¿Todavía te empeñas en seguir siendo bueno? ¡Maldice a Dios y muérete!
Los amigos de Job van a visitarlo10. Job respondió: —¡Mujer, no digas tonterías! Si aceptamos los bienes que Dios nos envía, ¿por qué no vamos a aceptar también los males? Así pues, a pesar de todo, Job no pecó ni siquiera de palabra.
11. Ahora bien, Job tenía tres amigos: Elifaz, de la región de Temán, Bildad, de la región de Súah, y Sofar, de la región de Naamat. Al enterarse estos de todas las desgracias que le habían sucedido a Job, decidieron ir a consolarlo y acompañarlo en su dolor.
12. A cierta distancia alcanzaron a ver a Job, y como apenas podían reconocerlo, empezaron a gritar y llorar, y llenos de dolor se rasgaron la ropa y lanzaron polvo al aire y sobre sus cabezas.
13. Luego se sentaron en el suelo con él, y durante siete días y siete noches estuvieron allí, sin decir una sola palabra, pues veían que el dolor de Job era muy grande.