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Job 37 DHHS94

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1. Al ver la tempestad, mi corazón palpita como si fuera a salírseme del pecho.

2. Escuchen el estruendo de la voz de Dios, el trueno que sale de su boca.

3. Él lanza el relámpago por todo el cielo y de un extremo a otro de la tierra.

4. Luego se oye un estruendo, cuando hace resonar su voz majestuosa; y mientras se oye el trueno, los relámpagos no cesan.

5. Cuando Dios hace tronar su voz, se producen maravillas; suceden grandes cosas que nadie puede comprender.

6. Ordena a la nieve caer sobre la tierra y hace que la lluvia caiga con violencia.

7. Hace que los hombres se queden en sus casas, y que todos reconozcan que él es quien actúa.

8. Los animales entran en sus cuevas, y allí se quedan escondidos.

9. Del sur viene el huracán, y del norte viene el frío.

10. Por el soplo de Dios se forma el hielo y las aguas extensas se congelan.

11. Él carga de humedad las nubes, y hace que de ellas surja el rayo;

12. y el rayo va, zigzagueando por el cielo, cumpliendo así las órdenes de Dios en toda la superficie de la tierra.

13. De todo ello se vale Dios para castigar a la tierra o para mostrarle su bondad.

14. Job, ten paciencia y escucha, considera las cosas admirables que hace Dios.

15. ¿Sabes tú cómo Dios dispone todo esto, y cómo brilla el relámpago en la nube?

16. ¿Sabes tú cómo flotan las nubes en el aire, prueba admirable de su perfecta inteligencia?

17. Tú te sofocas de calor entre tu ropa cuando el viento del sur adormece la tierra.

18. ¿Puedes tú ayudar a Dios a extender el cielo y dejarlo firme como una hoja de metal?

19. Enséñanos qué debemos decirle a Dios, pues estamos a oscuras y sin argumentos.

20. Yo ni siquiera le diría que quiero hablar, pues sería como querer que me destruya.

21. No es posible ver la luz del sol cuando las nubes lo ocultan; pero si el viento sopla, el cielo se aclara.

22. Resplandores de oro aparecen por el norte, cuando Dios se rodea de terrible majestad.

23. No podemos comprender al Todopoderoso, pues él es inmensamente fuerte y justo; es recto y no oprime a nadie.

24. Por eso los hombres le temen; nada significan los sabios para él.

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