San Juan 18 DHHS94
1. Después de decir esto, Jesús salió con sus discípulos para ir al otro lado del arroyo Cedrón. Allí había un huerto, donde Jesús entró con sus discípulos.
2. También Judas, el que lo estaba traicionando, conocía el lugar, porque muchas veces Jesús se había reunido allí con sus discípulos.
3. Así que Judas llegó con una tropa de soldados y con algunos guardianes del templo enviados por los jefes de los sacerdotes y por los fariseos. Estaban armados, y llevaban lámparas y antorchas.
4. Pero como Jesús ya sabía todo lo que le iba a pasar, salió y les preguntó: —¿A quién buscan?
5. Ellos le contestaron: —A Jesús de Nazaret. Jesús dijo: —Yo soy. Judas, el que lo estaba traicionando, se encontraba allí con ellos.
6. Cuando Jesús les dijo: «Yo soy», se echaron hacia atrás y cayeron al suelo.
7. Jesús volvió a preguntarles: —¿A quién buscan? Y ellos repitieron: —A Jesús de Nazaret.
8. Jesús les dijo otra vez: —Ya les he dicho que soy yo. Si me buscan a mí, dejen que estos otros se vayan.
9. Esto sucedió para que se cumpliera lo que Jesús mismo había dicho: «Padre, de los que me diste, no se perdió ninguno.»
10. Entonces Simón Pedro, que tenía una espada, la sacó y le cortó la oreja derecha a uno llamado Malco, que era criado del sumo sacerdote.
11. Jesús le dijo a Pedro: —Vuelve a poner la espada en su lugar. Si el Padre me da a beber este trago amargo, ¿acaso no habré de beberlo?
12. Los soldados de la tropa, con su comandante y los guardianes judíos del templo, arrestaron a Jesús y lo ataron.
13. Lo llevaron primero a la casa de Anás, porque era suegro de Caifás, sumo sacerdote aquel año.
14. Este Caifás era el mismo que había dicho a los judíos que era mejor para ellos que un solo hombre muriera por el pueblo.
15. Simón Pedro y otro discípulo seguían a Jesús. El otro discípulo era conocido del sumo sacerdote, de modo que entró con Jesús en la casa;
16. pero Pedro se quedó fuera, a la puerta. Por esto, el discípulo conocido del sumo sacerdote salió y habló con la portera, e hizo entrar a Pedro.
17. La portera le preguntó a Pedro: —¿No eres tú uno de los discípulos de ese hombre? Pedro contestó: —No, no lo soy.
18. Como hacía frío, los criados y los guardianes del templo habían hecho fuego, y estaban allí calentándose. Pedro también estaba con ellos, calentándose junto al fuego.
19. El sumo sacerdote comenzó a preguntarle a Jesús acerca de sus discípulos y de lo que él enseñaba.
20. Jesús le dijo: —Yo he hablado públicamente delante de todo el mundo; siempre he enseñado en las sinagogas y en el templo, donde se reúnen todos los judíos; así que no he dicho nada en secreto.
21. ¿Por qué me preguntas a mí? Pregúntales a los que me han escuchado, y que ellos digan de qué les he hablado. Ellos saben lo que he dicho.
22. Cuando Jesús dijo esto, uno de los guardianes del templo le dio una bofetada, diciéndole: —¿Así contestas al sumo sacerdote?
23. Jesús le respondió: —Si he dicho algo malo, dime en qué ha consistido; y si lo que he dicho está bien, ¿por qué me pegas?
24. Entonces Anás lo envió, atado, a Caifás, el sumo sacerdote.
25. Entre tanto, Pedro seguía allí, calentándose junto al fuego. Le preguntaron: —¿No eres tú uno de los discípulos de ese hombre? Pedro lo negó, diciendo: —No, no lo soy.
26. Luego le preguntó uno de los criados del sumo sacerdote, pariente del hombre a quien Pedro le había cortado la oreja: —¿No te vi con él en el huerto?
27. Pedro lo negó otra vez, y en ese mismo instante cantó el gallo.
28. Llevaron a Jesús de la casa de Caifás al palacio del gobernador romano. Como ya comenzaba a amanecer, los judíos no entraron en el palacio, pues de lo contrario faltarían a las leyes sobre la pureza ritual y entonces no podrían comer la cena de Pascua.
29. Por eso Pilato salió a hablarles. Les dijo: —¿De qué acusan a este hombre?
30. —Si no fuera un criminal —le contestaron—, no te lo habríamos entregado.
31. Pilato les dijo: —Llévenselo ustedes, y júzguenlo conforme a su propia ley. Pero las autoridades judías contestaron: —Los judíos no tenemos el derecho de dar muerte a nadie.
32. Así se cumplió lo que Jesús había dicho sobre la manera en que tendría que morir.
33. Pilato volvió a entrar en el palacio, llamó a Jesús y le preguntó: —¿Eres tú el Rey de los judíos?
34. Jesús le dijo: —¿Eso lo preguntas tú por tu cuenta, o porque otros te lo han dicho de mí?
35. Le contestó Pilato: —¿Acaso yo soy judío? Los de tu nación y los jefes de los sacerdotes son los que te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?
36. Jesús le contestó: —Mi reino no es de este mundo. Si lo fuera, tendría gente a mi servicio que pelearía para que yo no fuera entregado a los judíos. Pero mi reino no es de aquí.
37. Le preguntó entonces Pilato: —¿Así que tú eres rey? Jesús le contestó: —Tú lo has dicho: soy rey. Yo nací y vine al mundo para decir lo que es la verdad. Y todos los que pertenecen a la verdad, me escuchan.
38. Pilato le dijo: —¿Y qué es la verdad? Después de hacer esta pregunta, Pilato salió otra vez a hablar con los judíos, y les dijo: —Yo no encuentro ningún delito en este hombre.
39. Pero ustedes tienen la costumbre de que yo les suelte un preso durante la fiesta de la Pascua: ¿quieren que les deje libre al Rey de los judíos?
40. Todos volvieron a gritar: —¡A ese no! ¡Suelta a Barrabás! Y Barrabás era un bandido.