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Jueces 19 DHH94I

« El levita y su concubina

1. En los días en que aún no había rey en Israel,#19.1 Véase Jue 17.1-13 n. un levita que vivía en la parte más lejana de los montes de Efraín tomó como concubina#19.1 A la mujer del levita se la llama concubina, término que para nosotros es equívoco porque sugiere la idea de una unión ilegal. En realidad, se trataba de una esposa de rango inferior, autorizada por las costumbres de la época. a una mujer de Belén de Judá.#19.1 Belén de Judá: Véase Rt 1.1-2 nota.

2. Pero ella se enojó con él#19.2 Se enojó con él: según la versión griega (LXX). Heb. ella se prostituyó. y se fue a vivir a Belén, con su padre. Después de estar ella cuatro meses allí,

3. el levita fue a buscarla para convencerla de que volviera con él. Llevó un criado y dos asnos, y ella lo recibió en casa de su padre.

4. También el padre lo recibió con alegría, y lo invitó a quedarse con ellos. El levita y su criado se quedaron tres días en casa del padre de ella, comiendo, bebiendo y durmiendo,

5. y al cuarto día por la mañana se levantaron temprano para irse. Pero cuando ya se iban, el padre de la muchacha le dijo a su yerno: —Come aunque sea un pedazo de pan antes de irte, para que tengas fuerza.

6. Y los dos se sentaron juntos a comer y a beber, y el padre de ella le pidió que se quedara y pasara contento una noche más.

7. Y aunque el levita se levantó para irse, su suegro le insistió tanto que se quedó.

8. Al quinto día, el levita se levantó temprano para irse, pero otra vez el padre de la muchacha le rogó que comiera algo antes de salir, para que recobrara las fuerzas; así que comieron juntos hasta que se hizo tarde.

9. Cuando el levita se levantó para irse con su concubina y su criado, su suegro le hizo ver que ya era muy tarde y que el día se estaba yendo, y lo invitó a quedarse otra noche y pasarla contento, y salir al otro día temprano.

10. Pero el levita no quiso quedarse otra noche más, sino que se fue con su concubina y su criado#19.10 Y su criado: según la versión griega (LXX). El texto hebreo no tiene esta frase. y sus dos asnos ensillados. Cuando tuvieron ante ellos a Jebús, es decir, Jerusalén,#19.10 La ciudad de Jerusalén se llamaba también Jebús, porque en ella habitaban los jebuseos (cf. Jos 15.8; 18.16,28; Jue 1.21). No fue conquistada por los israelitas sino hasta los tiempos de David (2 S 5.6-9).

11. el criado le dijo al levita: —¿Qué le parece a usted si pasamos la noche en esa ciudad de jebuseos?

12. Y el levita le respondió: —No vamos a ir a ninguna ciudad que no sea israelita. Sigamos hasta Guibeá,#19.12 Guibeá significa, en hebreo, colina. La ciudad se llamaba también Guibeá de Benjamín (1 S 13.2) y Guibeá de Saúl (1 S 11.4), y se encontraba a 6 km. al norte de Jerusalén. Véase Índice de mapas.

13. y procuremos pasar la noche ya sea en Guibeá o en Ramá.

14. Así pues, siguieron adelante, y cuando el sol se ponía llegaron a Guibeá, ciudad de la tribu de Benjamín.

15. Entonces se apartaron del camino y entraron en Guibeá para pasar la noche, y el levita fue y se sentó en la plaza de la ciudad porque nadie les ofrecía alojamiento.

16. Por fin, ya de noche, pasó un anciano que regresaba de trabajar en el campo. Este anciano era de los montes de Efraín, y vivía allí como forastero, pues los que vivían en Guibeá eran de la tribu de Benjamín.#19.16 Como en Gn 19, el que ofrece hospitalidad a los visitantes no es un nativo del lugar. En este caso, el anfitrión es un compatriota del levita, que también vivía en un lugar no especificado de las montañas de Efraín.

17. Cuando el anciano vio en la plaza al viajero, le preguntó: —¿De dónde vienes, y a dónde vas?

18. Y el levita respondió: —Estamos de paso. Venimos de Belén de Judá, y vamos a la parte más lejana de los montes de Efraín, donde yo vivo. Estuve en Belén, y ahora voy de regreso a casa,#19.18 A casa: según la versión griega (LXX). Heb. al templo del Señor. pero no he encontrado aquí a nadie que me dé alojamiento.

19. Tenemos paja y forraje para mis asnos, y pan y vino para nosotros, es decir, para mi mujer, para mi siervo y para mí. No nos hace falta nada.

20. Pero el anciano le respondió: —Sé bienvenido. Yo me haré cargo de todo lo que necesites. No voy a permitir que pases la noche en la plaza.

21. El anciano los llevó a su casa, y mientras los viajeros se lavaban los pies, y comían y bebían, él dio de comer a los asnos.

22. En el momento en que más contentos estaban, unos hombres pervertidos de la ciudad rodearon la casa y empezaron a golpear la puerta, y a decirle al anciano, dueño de la casa: —¡Saca al hombre que tienes de visita! ¡Queremos acostarnos con él!#19.22 Acostarnos con él: Véase Gn 19.5 n.

23. Pero el dueño de la casa les rogó: —¡No, amigos míos, por favor! ¡No cometan tal perversidad, pues este hombre es mi huésped!

24. Miren, ahí está mi hija, que todavía es virgen. Y también está la concubina de este hombre. Voy a sacarlas para que las humillen y hagan con ellas lo que quieran. Pero con este hombre no cometan tal perversidad.#19.23-24 Esta propuesta es tan sorprendente como la de Lot en Gn 19.7-8. En el antiguo Oriente el honor de una mujer era considerado menos valioso que el sagrado deber de la hospitalidad, que obligaba a defender a cualquier precio la vida y la dignidad del huésped.

25. Pero ellos no le hicieron caso al anciano, así que el levita tomó a su concubina y la echó a la calle, y aquellos hombres la violaron y abusaron de ella toda la noche, hasta que amaneció. Entonces la dejaron.

26. Ya estaba amaneciendo cuando la mujer regresó a la casa del anciano, donde estaba su marido, y cayó muerta delante de la puerta.

27. Cuando su marido se levantó y abrió la puerta para seguir su camino, se encontró a su concubina tendida ante el umbral de la puerta, con las manos sobre el umbral.

28. Entonces le dijo: —Levántate y vámonos. Pero ella no le respondió. Entonces él colocó el cadáver sobre un asno, y se puso en camino hacia su casa.

29. Al llegar, tomó un cuchillo y descuartizó el cadáver de su concubina en doce pedazos, y los mandó por todo el territorio de Israel.#19.29 Esta acción del levita es análoga a la que realizó Saúl, con la diferencia de que aquí es el cuerpo de la mujer, y no el cadáver de un animal, el que es descuartizado y enviado a todo Israel en demanda de justicia (cf. 1 S 11.7).

30. Todos los que lo veían, decían: —Desde que los israelitas salieron de Egipto, nunca se había visto nada semejante. Hay que pensar en esto y decidir lo que haremos al respecto.

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