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San Lucas 9 DHH94I

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1. Jesús reunió a sus doce discípulos, y les dio poder y autoridad para expulsar toda clase de demonios y para curar enfermedades.

2. Los envió a anunciar el reino de Dios y a sanar a los enfermos.#9.1-2 Cf. Mc 3.14-15.

3. Les dijo: —No lleven nada para el camino: ni bastón, ni bolsa, ni pan, ni dinero, ni ropa de repuesto.#9.3 Ni ropa de repuesto: Lit. ni dos camisas (o túnicas).

4. En cualquier casa donde lleguen, quédense hasta que se vayan del lugar.

5. Y si en algún pueblo no los quieren recibir, salgan de él y sacúdanse el polvo de los pies, para que les sirva a ellos de advertencia.#9.3-5 Cf. Lc 10.4-11. Sacúdanse el polvo de los pies: en señal de rechazo; cf. Mt 10.14; Hch 13.51.

6. Salieron ellos, pues, y fueron por todas las aldeas, anunciando la buena noticia y sanando enfermos.

7. El rey Herodes oyó hablar de todo lo que sucedía; y no sabía qué pensar, porque unos decían que Juan había resucitado,

8. otros decían que había aparecido el profeta Elías, y otros decían que era alguno de los antiguos profetas, que había resucitado.#9.7-8 Cf. Mt 16.14 y paralelos. Los judíos creían que el profeta Elías iba a regresar antes del día del Señor (Mal 4.5-6 [3.23-24]; Eclo 48.4,10).

9. Pero Herodes dijo: —Yo mismo mandé que le cortaran la cabeza a Juan. ¿Quién será entonces este, de quien oigo contar tantas cosas? Por eso Herodes procuraba ver a Jesús.#9.9 Este deseo de Herodes finalmente se cumplió, aunque en otras circunstancias; cf. Lc 23.8-12.

10. Cuando los apóstoles regresaron,#9.10 Regresaron: es decir, de la misión narrada en 9.1-6. contaron a Jesús lo que habían hecho. Él, tomándolos aparte, los llevó a un pueblo llamado Betsaida.#9.10 Betsaida: población situada en la orilla nordeste del lago de Galilea.

11. Pero cuando la gente lo supo, lo siguieron; y Jesús los recibió, les habló del reino de Dios y sanó a los enfermos.

12. Cuando ya comenzaba a hacerse tarde, se acercaron a Jesús los doce discípulos y le dijeron: —Despide a la gente, para que vayan a descansar y a buscar comida por las aldeas y los campos cercanos, porque en este lugar no hay nada.

13. Jesús les dijo: —Denles ustedes de comer. Ellos contestaron: —No tenemos más que cinco panes y dos pescados, a menos que vayamos a comprar comida para toda esta gente.

14. Pues eran unos cinco mil hombres. Pero Jesús dijo a sus discípulos: —Háganlos sentarse en grupos como de cincuenta.

15. Ellos obedecieron e hicieron sentar a todos.

16. Luego Jesús tomó en sus manos los cinco panes y los dos pescados y, mirando al cielo, pronunció sobre ellos la bendición,#9.16 La bendición: Véase Mt 14.19 n. los partió y se los dio a sus discípulos para que los repartieran entre la gente.

17. La gente comió hasta quedar satisfecha, y recogieron en doce canastos los pedazos sobrantes.#9.17 Cf. 2 R 4.43-44.

18. Un día en que Jesús estaba orando#9.18 Acerca del tema de la oración en Lc, véase 3.21 n. solo, y sus discípulos estaban con él, les preguntó: —¿Quién dice la gente que soy yo?

19. Ellos contestaron: —Algunos dicen que eres Juan el Bautista, otros dicen que eres Elías, y otros dicen que eres uno de los antiguos profetas, que ha resucitado.#9.19 Cf. Mt 14.1-2 y paralelos. Elías: Véase 9.7-8 n.

20. —Y ustedes, ¿quién dicen que soy? —les preguntó. Y Pedro le respondió: —Eres el Mesías de Dios.#9.20 Jn 6.68-69. El Mesías: título hebreo equivalente al griego Cristo; véase Índice temático. De Dios: o enviado por Dios.

21. Pero Jesús les encargó mucho que no dijeran esto a nadie.#9.21 Que no dijeran esto a nadie: Véase Mc 1.34 nota.

22. Y les dijo: —El Hijo del hombre tendrá que sufrir mucho, y será rechazado por los ancianos, por los jefes de los sacerdotes y por los maestros de la ley. Lo van a matar, pero al tercer día resucitará.#9.22 Mc 9.31; 10.32-34; Lc 9.44; 18.31-33.

23. Después les dijo a todos: —Si alguno quiere ser discípulo mío, olvídese de sí mismo, cargue con su cruz cada día y sígame.

24. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda la vida por causa mía, la salvará.#9.23-24 Mt 10.38-39; Lc 14.27; 17.33; Jn 12.24-25. Cargue con su cruz: Sobre el sentido de esta frase, véase Mt 10.38 n.

25. ¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si se pierde o se destruye a sí mismo?

26. Pues si alguno se avergüenza de mí y de mi mensaje, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga con su gloria y con la gloria de su Padre y de los santos ángeles.

27. Les aseguro que algunos de los que están aquí presentes no morirán sin antes haber visto el reino de Dios.#9.27 Sobre las diferentes interpretaciones de esta declaración, véase Mt 16.28 n.

28. Unos ocho días después de esta conversación, Jesús subió a un cerro a orar, acompañado de Pedro, Santiago y Juan.

29. Mientras oraba, el aspecto de su cara cambió,#9.29 El aspecto de su cara cambió: Cf. Ex 34.29-35. y su ropa se volvió muy blanca y brillante;

30. y aparecieron dos hombres conversando con él. Eran Moisés y Elías,#9.30 Moisés y Elías: Dt 18.15; Mal 4.5-6 (3.23-24); véase Mt 17.3 n.

31. que estaban rodeados de un resplandor glorioso y hablaban de la partida de Jesús de este mundo,#9.31 De la partida de Jesús de este mundo: Lit. de su salida (éxodo), término que parece incluir su muerte y su ascensión al cielo (Lc 24.50-53), y que recuerda la salida de los israelitas de Egipto. que iba a tener lugar en Jerusalén.

32. Aunque Pedro y sus compañeros tenían mucho sueño, permanecieron despiertos, y vieron la gloria de Jesús y a los dos hombres que estaban con él.

33. Cuando aquellos hombres se separaban ya de Jesús, Pedro le dijo: —Maestro, ¡qué bien que estemos aquí! Vamos a hacer tres chozas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías. Pero Pedro no sabía lo que decía.

34. Mientras hablaba, una nube se posó sobre ellos, y al verse dentro de la nube tuvieron miedo.#9.34 En el AT la nube se relacionaba con la presencia de Dios y con el éxodo; véanse 9.31 n.; Mt 17.5 nota y Lc 1.35 nota.

35. Entonces de la nube salió una voz, que dijo: «Este es mi Hijo, mi elegido: escúchenlo.»#9.35 Gn 22.2; Sal 2.7; Is 42.1; Mt 3.17; 12.18; Mc 1.11; Lc 3.22. Elegido: Algunos mss. dicen amado. La palabra escúchenlo recuerda a Dt 18.15.

36. Cuando se escuchó esa voz, Jesús quedó solo.#9.36 En el momento... Jesús estaba solo: también puede traducirse Después que se escuchó la voz, Jesús se encontró solo. Pero ellos mantuvieron esto en secreto y en aquel tiempo a nadie dijeron nada de lo que habían visto.

37. Al día siguiente, cuando bajaron del cerro, una gran multitud salió al encuentro de Jesús.

38. Y un hombre de entre la gente le dijo con voz fuerte: —Maestro, por favor, mira a mi hijo, que es el único que tengo;

39. un espíritu lo agarra, y hace que grite y que le den ataques y que eche espuma por la boca. Lo maltrata y no lo quiere soltar.#9.39 Los síntomas son semejantes a los que hoy se conocen como de la epilepsia; cf. Mt 17.15 n.

40. He rogado a tus discípulos que le saquen ese espíritu, pero no han podido.

41. Jesús contestó: —¡Oh gente sin fe y perversa!#9.41 Cf. Dt 32.5. ¿Hasta cuándo tendré que estar con ustedes y soportarlos? Trae acá a tu hijo.

42. Cuando el muchacho se acercaba, el demonio lo tiró al suelo e hizo que le diera otro ataque; pero Jesús reprendió al espíritu impuro, sanó al muchacho y se lo devolvió a su padre.

43. Y todos se quedaron admirados de la grandeza de Dios. Mientras todos se maravillaban de lo que Jesús hacía, él dijo a sus discípulos:

44. —Oigan bien esto y no lo olviden: el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres.#9.44 Lc 9.22; 18.31-33.

45. Pero ellos no entendían lo que les decía, pues todavía no se les había abierto el entendimiento para comprenderlo; además tenían miedo de pedirle a Jesús que se lo explicara.

46. Por entonces los discípulos comenzaron a discutir quién de ellos sería el más importante.

47. Jesús, al darse cuenta de lo que estaban pensando, tomó a un niño,#9.47 Niño: Véase Mt 18.3 n. lo puso junto a él

48. y les dijo: —El que recibe a este niño en mi nombre, me recibe a mí; y el que me recibe a mí, recibe también al que me envió.#9.48 Mt 10.40; Lc 10.16; Jn 13.20. Por eso, el más insignificante entre todos ustedes, ese es el más importante.

49. Juan le dijo: —Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre; y tratamos de impedírselo, porque no es de los nuestros.

Jesús reprende a Santiago y a Juan

50. Jesús le contestó: —No se lo prohíban, porque el que no está contra nosotros, está a nuestro favor.

51. Cuando ya se acercaba el tiempo en que Jesús había de subir al cielo, emprendió con valor su viaje a Jerusalén.

52. Envió por delante mensajeros, que fueron a una aldea de Samaria para conseguirle alojamiento;

53. pero los samaritanos no quisieron recibirlo, porque se daban cuenta de que se dirigía a Jerusalén.#9.52-53 Samaria: región entre Galilea y Judea. Los judíos no se llevaban bien con los samaritanos (véase Jn 4.9 n.), y éstos negaban su ayuda a los peregrinos judíos que iban de paso a Jerusalén.

54. Cuando sus discípulos Santiago y Juan vieron esto, le dijeron: —Señor, ¿quieres que ordenemos que baje fuego del cielo,#9.54 Algunos mss. añaden como hizo Elías (cf. 2 R 1.9-16). y que acabe con ellos?

55. Pero Jesús se volvió y los reprendió.#9.55 Algunos mss. añaden Y les dijo: «Ustedes no saben a qué espíritu pertenecen. 56 Pues el Hijo del hombre no ha venido a destruir la vida de los hombres, sino a salvarla.» (Cf. Lc 19.10.)

56. Luego se fueron a otra aldea.

57. Mientras iban de camino, un hombre le dijo a Jesús: —Señor, deseo seguirte a dondequiera que vayas.

58. Jesús le contestó: —Las zorras#9.58 Zorras: Véase Lc 13.32 n. tienen cuevas y las aves tienen nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde recostar la cabeza.

59. Jesús le dijo a otro: —Sígueme. Pero él respondió: —Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre.

60. Jesús le contestó: —Deja que los muertos entierren a sus muertos;#9.60 Deja que los muertos entierren a sus muertos: Véase Mt 8.22 n. tú ve y anuncia el reino de Dios.

61. Otro le dijo: —Señor, quiero seguirte, pero primero déjame ir a despedirme de los de mi casa.

62. Jesús le contestó: —El que pone la mano en el arado y sigue mirando atrás,#9.62 Frase proverbial, basada en el hecho de que quien ara con una yunta de bueyes no puede trazar un surco recto si mira hacia atrás (cf. Flp 3.13; Heb 12.1-2). no sirve para el reino de Dios.

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