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Salmos 137 DHH94I

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1. Sentados junto a los ríos de Babilonia, llorábamos al acordarnos de Sión.

2. En los álamos que hay en la ciudad colgábamos nuestras arpas.

3. Allí, los que nos habían llevado cautivos, los que todo nos lo habían arrebatado,#137.3 Los que todo nos lo habían arrebatado: según la versión griega (LXX). Heb. oscuro. nos pedían que cantáramos con alegría; ¡que les cantáramos canciones de Sión!#137.3 Obligar a los cautivos a cantar era ya una humillación; pero hacerlos cantar sus himnos religiosos era una humillación mayor, porque eso equivalía a reconocer que su propio dios era menos poderoso que el dios del pueblo vencedor.

4. ¿Cantar nosotros canciones del Señor en tierra extraña?#137.4 En tierra extraña: no sólo extranjera, sino también manchada por la idolatría y por otras inmoralidades cometidas por los paganos.

5. ¡Si llego a olvidarte, Jerusalén, que se me seque la mano derecha!

6. ¡Que se me pegue la lengua al paladar si no me acuerdo de ti, si no te pongo, Jerusalén, por encima de mi propia alegría!

7. Señor, acuérdate de los edomitas, que cuando Jerusalén cayó,#137.7 Cuando Jerusalén cayó: Lit. el día de Jerusalén. Cf. 2 R 25.8-11; Jer 52.12-15. decían: «¡Destrúyanla, destrúyanla hasta sus cimientos!»#137.7 Los edomitas, antiguos vasallos y enemigos tradicionales de Israel, hicieron causa común con Babilonia y celebraron triunfalmente el desastre de Israel (Abd 10-15). Por eso se los incluye en esta violenta imprecación. Cf. Ez 25.12-14. Acerca de Edom, véase Sal 60.8(10) n.

8. ¡Tú, Babilonia, serás destruida! ¡Feliz el que te dé tu merecido por lo que nos hiciste!

9. ¡Feliz el que agarre a tus niños y los estrelle contra las rocas!#137.9 Esta práctica salvaje formaba parte de las costumbres guerreras de aquellos tiempos. Cf. Is 13.16; Os 10.14; Nah 3.10.

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